Ir al contenido principal

Heilderberg y Oporto

El fin de semana pasado estuve en Heilderberg (Una ciudad que tiene la universidad más antigua del país y un centro histórico que no tiene pérdida); cuando llegué a la estación de trenes (Banhhof), me di cuenta que había dejado la cámara fotográfica en mi casa.

Es curioso pero antes nunca se me olvidaba, la llevaba a todas partes y en mi estridencia de semi adolescente tardía, era capaz de maquillarme para verme mejor en las fotos.Ahora no hago eso (¡Oh, señor ! ¿¿soy más seria??), siempre olvido llevarla, pero supongo que por un lado tiene también sus ventajas, puesto que al no tener un fijador de imágenes automáticas, hay un mayor esfuerzo de la memoria por retener aquello que es inusual, nuevo, y que acapara la atención. 

Del castillo (Heilderberg tiene un castillo), puede decirse que sufrió un cataclismo castillezco por parte de los franceses, a quienes les gustaba mucho destrozar castillos ajenos. Esto fue en el año 1693. El castillo está compuesto por varias ruinas y lo que me pareció más curioso, porque sinceramente, a mi los castillos en ruinas, como hay tantos en Europa me interesan solo cinco minutos, fue que la segunda puerta fue construida en solo una noche, por orden del señor Federico V, que quería sorprender a su esposa (fíjate tú lo buen marido que era) y así erigió esta joya arquitectónica. 

 Tienen también un tonel de cerveza de  220.000 litros de capacidad. El tonel se construyó hace 200 años y tenía un sistema con bomba que les permitía llevar el líquido directito a las mesas opíparas de los salones reales.


La foto esta no es Heilderberg, es Oporto, donde estuve de luna de miel, por allá por el 2010. Se me pareció mucho la ciudad a aquella otra portuguesa que visité en muy distintas circunstancias.  Las dos me parecieron encantadoras, creo que las ciudades partidas por ríos tienen un encanto mayor. Algo hermoso, maravilloso, patente aquí en Europa donde todo intenta tener un cierto decoro estético.

Oporto
En América Latina, donde pululan países subdesarrollados, semicomunistas, donde en algunos sitios lo que importa es sobrevivir, el día a día y no el más allá, es normal encontrar debajo de esos puentes que cruzan los ríos un mundo subterráneo alucinante, donde todas los bajos sentimientos y la cara cruel del ser humano sale a la luz. La cara de abajo de estos puentes suele ser sombría, dantesca, terrible.  No quiero enumerar las cosas que en algún momento de mi mediana existencia, tuve que saber sobre este submundo, solo he de decir, que aquello peor que imaginen, agregad una pizca de chile con bachaco picante indígena y más, más, más.

A la salud de los puentes bien habidos, reflejados por miles de fotos turísticas, esos donde aún no ha llegado la extrema pobreza.




Comentarios

Qué información más variada e interesante. Me has dejado muy intrigado con lo de los mundos subterráneos.
Gracias por leerme.
:)
TORO SALVAJE dijo…
Puentes terroríficos son los que describes.
El submundo del submundo.

Besos.
mientrasleo dijo…
Me ha dado mucha pena leerte hoy. Me has transmitido eso, tristeza.
Besos
Poeta745 dijo…
Qué bueno que no tengas que vivir eso.
Guten tag! :)
Heidelberg es para mi, una de las ciudades (pueblo?) mas lindo del Alemania!
Fuiste a Baden Baden? Pueblito aleman justo antes de cruzar hacia Estrasburgo. Ahhhh, quiero ir ya a Alemania!!!!
Me copo tu blog! Ya me pongo como seguidora!
Besotes!

Entradas más populares de este blog

Normal

Me he estado preguntando últimamente qué es realmente ser normal. La campana de Gauss no pudo explicarme. Si yo soy normal (esto es un ejemplo) no puedo ser pureza normal porque ser pureza normal es estar metida en la barriga de la campana en todas las variables posibles que pueden definirme, entonces dudo que yo sea normal (esto es parte del mismo ejemplo). La normalidad, según mi humilde criterio, va de la mano del aburrimiento y el aburrimiento es lo más gris, uniforme y castigador que hay. Prefiero entonces no ser normal absolutamente; sin embargo, si tuviera que esperar a alguien que me haga compañía preferiría que lo fuera. La normalidad es predictiva, y en el fondo, aunque nos cueste aceptarlo, a nosotros, sí, también a mí (y aquí soy normal) no nos gusta sobresaltarnos con cosas anormales. Las cosas anormales causan incertidumbre y la incertidumbre continuada es una desdicha (al menos para la gente normal en este tema). Lo anormal tiene algo de divertido, desastroso y siniest

Mi crítica : "El guardián invisible" de Dolores Redondo

  No sé por dónde empezar; este libro ha sido la absoluta decepción del año junto con "Persona Normal" de Benito Taibo. Mi malestar empezó con los diálogos... Llegado un momento de la trama uno de los inspectores que hacen el séquito a la inspectora Salazar se lanza con una exposición de cita de libro sobre las leyendas vascas y sus criaturas ancestrales. La exposición, ausente de cohesión con el ritmo anterior de los diálogos, se me antojó un corte y pega de Wikipedia difícilmente catalogable ; penoso para ser este un libro leído y celebrado por tanta gente. Lo voy a decir y lo siento por los fans acérrimos de Dolores Redondo: Los diálogos son acartonados, impostados, manidos, faltos de fuerza y vivacidad, en algunos momentos me parecen absolutamente naivs propios de una parodia de lo que debe ser un libro policíaco, con búsqueda de asesino incluido. Pongo un ejemplo, por favor, para continuar con mi indignación; llegado el momento la inspectora sale a buscar a unos doctores

"El misterio de Salem's Lot"

  Amo los libros de terror, no los leo en la noche con la puerta entreabierta, con todo en silencio, me imagino que viene un ser horrible con ojos de muerto y se para en silencio en la puerta y yo me paralizo y no puedo ni gritar ni hablar del miedo, pero es lo que busco, qué le vamos a hacer. Este libro tiene como protagonista a Ben Mears, un escritor en sus 30 que por circunstancias de la vida había pasado una temporada en Jerusalem´s Lot cuando era niño. El caso es que Ben vuelve al pueblo tras una tragedia personal para escribir y recordar las experiencias de ese intenso verano en el que vivió un encuentro sobrenatural en la casa de los Marsten. Aquella casa abandonada había pertenecido a la familia Marsten, una pareja fallecida en espeluznantes circunstancias. Después de aquello, la casa fue ganando la fama de maldita y los niños hacían apuestas de valor a ver quién se atrevía a entrar y superar las posibles apariciones fantasmales que se encontraban dentro.  Ben de niño  lo hizo