Me desvío, quería hablar de la amistad, o tal vez presentarme, o decir quién soy, o hablar de lo que quiero escribir, o querer que esto sea un cuento, o simplemente mentirles a ustedes. Me presento, algunas cosas ya he dicho de mí, ya saben que tengo un blog, que quiero escribir una novela pero no puedo y que pienso que todo es desecho. Tras este recuento de mi persona, les digo que soy una pobre imbécil. Una mujer, si es que antes no sabían mi sexo. Una pobre imbécil que no entiende la mecánica de nada, porque ha vivido en el mundo de Alicia en el país de las maravillas. Tal vez entiende demasiado, por eso quiere entender cómo dejar de entender unas cosas y empezar a entender otras un poco menos absurdas, más reales, tocables, terrenales. Y bueno, quería hablar desde un principio de la novela que quería escribir y que trata de la amistad, realmente es una historia un poco triste, quizá melancólica, apacible, donde no pasa mucho excepto la pobre frustración de un personaje gris, anodino, digno de lástima.
El personaje en cuestión es un fantasmal ser humano que hurga su vida pasada con el fin de encontrar un pus divino que lo haga recrearse en su condición de víctima. Mi personaje quiere sufrir, es un abuelo corroído, pero no se conforma con lo normal, necesita lacerarse psicológicamente, para eso se escarba, se mancilla la memoria, hasta que encuentra un poderoso motivo para el dolor: la soledad, la pérdida de la amistad sincera y profunda. Entonces este hombre empieza a repasar su vida completa y se da cuenta que no tiene con quién hablar de Los Leones del Caracas, no tiene con quién compartir una cervecita, no tiene con quién salir a apostar caballos, sellar el cuadrito, perrearse a una buenamoza mujercita que le pela el diente a quien sea. Mi personaje debe llamarse Marcos. Se me ocurrió que un personaje con tal nombre debería ser un digno personaje, con laceraciones internas, tormentos interesantes, un conflicto digno de un lector turbulento y pedigüeño de aventuras rocambolescas.
El personaje en cuestión es un fantasmal ser humano que hurga su vida pasada con el fin de encontrar un pus divino que lo haga recrearse en su condición de víctima. Mi personaje quiere sufrir, es un abuelo corroído, pero no se conforma con lo normal, necesita lacerarse psicológicamente, para eso se escarba, se mancilla la memoria, hasta que encuentra un poderoso motivo para el dolor: la soledad, la pérdida de la amistad sincera y profunda. Entonces este hombre empieza a repasar su vida completa y se da cuenta que no tiene con quién hablar de Los Leones del Caracas, no tiene con quién compartir una cervecita, no tiene con quién salir a apostar caballos, sellar el cuadrito, perrearse a una buenamoza mujercita que le pela el diente a quien sea. Mi personaje debe llamarse Marcos. Se me ocurrió que un personaje con tal nombre debería ser un digno personaje, con laceraciones internas, tormentos interesantes, un conflicto digno de un lector turbulento y pedigüeño de aventuras rocambolescas.
Comentarios
Me gusta el nombre de Marcos, tiene enjundia para ser un personaje perdido. Que levante el dedo el que no lo esté... jeje.
Besos de ésta imbécil. Otra mujer.